En el vasto cosmos de la mitología griega, donde los dioses del Olimpo gobiernan desde la majestuosa cima del monte homónimo, tejiendo historias que exploran los misterios de la vida, surge la intrigante figura de Zero. En su incansable búsqueda de la verdad, me aventuré en las profundidades de la galaxia para conocerla, un ser inmerso en su propia narrativa cósmica.
Zero, antes de convertirse en Lacaya de Moustruona, era un ser gris, anhelando ser visto y reconocido, buscando luz y brillar como una estrella en el firmamento. Su deseo de destacar y ser única chocaba con la realidad de su falta de herramientas y talentos para lograrlo. Embarazada, tomó decisiones arriesgadas en busca de cambiar su destino, cambiando de médico y ocultando información crucial sobre su salud y su historia familiar.
Su propósito era claro: tener un parto natural a toda costa. Pero, en su viaje cósmico hacia la maternidad, la realidad se desplegó de manera diferente. Zero, en su afán de obtener el reconocimiento divino mediante la "redención del primogénito", llegó al día de su debut en la maternidad automedicada y enferma. A pesar de seguir los protocolos, el riesgo para su bebé llevó a una cesárea.
La bendición de un bebé sano no fue suficiente para Zero, incapaz de reconocer la singularidad de esa forma de bendición. Los problemas de circulación, la depresión postparto y la incapacidad de adaptarse a una nueva realidad la sumieron en la inconformidad. Su visión se nubló por la necesidad de culpar a otros, incapaz de ver más allá de su propio descontento.
Zero, emergiendo de la oscuridad, se convirtió en un símbolo de aquellos que buscan culpables en lugar de confrontar sus propias sombras. Incapaz de reconocer las bendiciones que la rodean, se aferró a la narrativa de un parto no realizado según sus deseos. Su cuerpo, sin embargo, fue el que dictó las circunstancias, y Zero se negó a reconocer sus propias limitaciones.
En el vasto universo mitológico de su propia existencia, Zero se convierte en un símbolo de aquellos que prefieren culpar a otros en lugar de confrontar sus propias fallas. Su historia, una epopeya cósmica marcada por la incapacidad de ver más allá de su propio orgullo, resuena como una advertencia en el tejido cósmico de las deidades que observan desde el Olimpo.
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NOOOOOO
TEXTO MARUXA
5. Zero: ¿Lacaya? ¿Víctima o victimaria?
En el vasto cosmos de la mitología griega, los dioses del Olimpo reinan desde la majestuosa cima del monte homónimo, gobernando sobre el entramado de la existencia humana y natural. Estas deidades, en su esplendor divino, tejen historias que exploran los misterios de la vida, desde el amor y la guerra hasta la intrincada red de la naturaleza y el destino.
En mi incansable búsqueda de la verdad, me adentré en las profundidades de la galaxia para conocer a Zero, una figura intrigante, inmersa en su propia narrativa cósmica. Su historia, marcada por la necesidad de destacar y ser reconocida, revela una lucha interna entre la imagen externa de fuerza y la fragilidad interna y de pensamiento.
Un ser que busca redención y distinción, pero que se ve atrapado en las sombras de su propia percepción.
Zero, antes de convertirse en Lacaya de Moustruona, era un ser gris, anhelando ser vista, tener luz, brillar como estrella en el firmamento, buscando ser única y desafiante, aunque carente de herramientas o muchos talentos para ello.
Embarazada, buscó cambiar su destino al cambiar de médico semanas antes del tan anhelado alumbramiento, ocultando detalles cruciales sobre su salud y su historia familiar. Firme en su propósito de tener un parto natural. Costara lo que costara. Una elección arriesgada.
Anhelando el reconocimiento, Zero buscó que los Dioses le concedieran el honor mediante la "redención del primogénito". Distinción especial dentro de su comunidad que se otroga a un bebé varón primogenito nacido por parto natural y sin haber habido abortos o pérdidas previas. Sin embargo, en su viaje cósmico hacia la maternidad, la realidad se desplegó de manera diferente.
Zero llegó al día de su debut en la maternidad automedicada y enferma. En su atención se siguieron todos los protocolos al pie de la letra, y al haber riesgo para el destino de su bebé se optó por una cesárea. La búsqueda de este honor llevó a Zero a ocultar información médica relevante. ¿Mentiras por omisión son mentiras? Detalles insignificantes para unos, la diferencia entre la vida o la muerte para otros.
El destino, representado por la cesárea, otorgó la bendición de un bebé sano. Pero, incapaz de reconocer la bendición en su forma única, Zero se sumergió en la inconformidad. Aunque no de forma inmediata. Los problemas de circulación, depresión postparto y la incapacidad de adaptarse a una nueva realidad se manifestaron y su visión se nubló por la necesidad de culpar a otros.
Zero, el ser que emergió de la oscuridad, no puede ver más allá de su propia inconformidad. Incapaz de reconocer las bendiciones que la rodean, se aferra a la narrativa de un parto no realizado según sus deseos.
Zero no reconoce que fue su cuerpo el que no le permitió tener un parto natural como era su deseo. Es más fácil culpar a otros que reconocer las fallas en uno mismo.
Así, en el vasto universo mitológico de su propia existencia, Zero se convierte en un símbolo de aquellos que buscan culpar a otros en lugar de confrontar sus propias sombras. Su historia, una epopeya cósmica marcada por la incapacidad de ver más allá de su propio orgullo.
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